Una de las primeras cosas que debemos cuidar es nuestras percepciones. Epicteto dijo una frase que nos puede ayudar a entender la importancia de atender con cuidado nuestras percepciones porque son la base de cómo reaccionamos ante las cosas de la vida cotidiana y nos afectan enormemente “por dentro”: “No son los hechos los que nos cansan o nos molestan sino la interpretación que hacemos de ellos”.
Por tanto, nuestra percepción de los acontecimientos y cómo los vivimos nosotros, de forma subjetiva, es lo que va a condicionar, de verdad, nuestras actitudes y reacciones que desembocarán, para bien o para mal, en nuestro comportamiento.
Las preguntas deberían ser: ¿cómo son tus percepciones? ¿Cómo afectan a tus reacciones? ¿Quién manda realmente en ti? ¿Tú?; pues, ¡manda bien! Ten mucho cuidado con las interpretaciones que das a lo que te aportan tus sentidos y actúa en consecuencia, y, si hay cosas que te hacen daño, no permitas que te corroan por dentro, no des lugar al desánimo, ni a la ira, ni al miedo o la venganza. El Señor quiere que vivamos con gozo y paz a pesar de las circunstancias y nos dice: “porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz… para daros el fin que esperáis” (Jer. 29:11).
Teniendo ese texto en mente, sabemos que solo podemos gozar de la realidad de vivir con gozo y paz, a pesar de las circunstancias, como resultado de la obra de gracia de Dios en nuestras vidas. Esa obra nos da una calidad humana y hace que podamos vivir “volando más alto” aun cuando tengamos la percepción de que las cosas no son fáciles. Esa gracia nos permitirá superar, con su debido tiempo, el dolor de las adversidades diarias y vivir sin desesperarnos, incluso en las pruebas más duras, sabiendo que las dificultades y los aguijones que Dios permite en nuestra vida nos hacen crecer, dándonos la posibilidad de tener mucha más tolerancia a la frustración y ver la vida de otra manera, siendo más empáticos y, por lo tanto, teniendo más capacidad de ayudar a otros y de vivir en paz con nosotros mismos.
En un sentido, podemos afirmar que solo es posible brillar, con actitudes adecuadas, después de haber pasado por el crisol de la prueba. Y todos sabemos por experiencia que Dios siempre utiliza la “rueda de molino” de las dificultades para pulirnos, llevándonos a ser más como Cristo, para el bien de su obra y para nuestro propio bien (Ro. 8:28-29).
Y tú, cuida de ti mismo: Cuidado personal y espiritual del líder cristiano, Ester Martínez y Eduardo Bracier
Siguiendo el consejo que Pablo dio a Timoteo: «¡y tú, cuida de ti mismo!», Eduardo y Ester nos retan y animan, de una manera muy práctica, a cuidarnos un poco más.
En este libro, cercano y personal, los autores entablan una conversación con los hijos de Dios que ocupan una posición de liderazgo. Pero, antes de nada, debemos tener en cuenta que el papel del líder está íntimamente relacionado con el interés y la atención de los demás; por lo tanto, aunque la palabra «liderazgo» parece que corresponde solo a unos pocos, si estás cuidando de alguna persona, este libro está escrito para ti.