Con este libro, Alec Motyer nos ofrece una reflexión muy personal, forjada durante años de servicio a tiempo completo en el ministerio de la predicación expositiva.
El tono coloquial y cercano nos invita a prestar atención a los consejos de un amigo compañero de ministerio. Motyer plantea ejemplos caseros: que la predicación es como elaborar un pastel, disponer un escaparate o moverse en una vía de tren con seis raíles.
Resalta una y otra vez la importancia de que cada mensaje expositivo se construya en torno a una idea central que sirva de «estrella polar» para guiar el viaje que es un sermón, trasladando verdades antiguas al mundo moderno.
Motyer ofrece consejos útiles sobre el uso de herramientas bíblicas –versiones, concordancias, comentarios– y sobre cuestiones prácticas; como si conviene predicar con un manuscrito o no, dónde guardar los apuntes del estudio, y los pros y contras de hacer un llamamiento al final de cada sermón. Analiza distintos tipos de mensajes: la exposición de un pasaje o un solo versículo, el estudio de un personaje bíblico, o el desarrollo de un tema de las Escrituras. Aconseja huir del uso excesivo del humor y dosificar la aliteración en el bosquejo. Termina su libro con diez apéndices que recogen meditaciones diarias aptas para la reflexión personal o para compartir en grupos de hogar.
En todo momento el autor recalca la necesidad urgente de velar por la vida espiritual del predicador, lo que él llama «el principio paulino». Como el apóstol Pablo se despide de los ancianos de Éfeso diciendo «mirad por vosotros y por todo el rebaño» (Hch. 20.28), así el expositor también ha de estar alerta, siempre cuidando su vivencia personal con Jesucristo. Solo esto permitirá que cumpla con la doble responsabilidad que le ha sido encomendada: hacia la verdad de las
Escrituras y hacia un grupo concreto de personas que necesitan oír una palabra de Dios.
Esteban Rodemann, profesor de teología, conferenciante, autor y miembro del comité nacional de Taller de Predicación
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