Curiosamente, a pesar de los obstáculos que los grupos enfrentan en universidades de todo el mundo, casi todas las personas con las que hablo de IFES me cuentan que cuando consiguen hablar de Jesús en público siempre hay interés por parte de estudiantes que quieren saber más. En casi todos los contextos, la universidad parece ser un entorno donde hay curiosidad por lo espiritual. En Oriente Medio, donde proclamar a Jesús en público es peligroso y a menudo ilegal, hasta las actividades públicas más pequeñas generan mucho interés.
Eso es lo que Hazim descubrió cuando su pequeño grupo estudiantil de quince miembros trató de organizar la primera actividad evangelística que se hacía en una universidad del país. Consiguió permiso para utilizar un aula en la facultad de Ciencias, situada apenas a unos kilómetros de distancia de la de Mariam y Fouad. El hecho de que la universidad le cediese el permiso ya era todo un logro. La facultad estaba controlada por un grupo político conservador musulmán, por lo que Hazim ya esperaba una negativa cuando solicitó organizar una actividad navideña. Sin embargo, el grupo pronto se vio planificando un evento que les permitiría presentar a sus compañeros musulmanes el mensaje de que Dios había venido a la tierra en la persona de Jesús.
Unos amigos cristianos que eran comediantes y tenían un don para presentar a Jesús a un público escéptico, accedieron a ir y hablar en el evento, para el que planearon también un programa musical con canciones festivas tradicionales. Todos los estudiantes que lo estaban organizando habían invitado a amigos suyos. Entonces, apenas unos días antes de la actividad, llamaron a Hazim al despacho del decano para informarle de que se le denegaba el permiso para usar el aula. El decano se mostró apenado, pero le explicó que la decisión se había tomado precisamente porque estaban preocupados por su seguridad y la de su grupo. Le dijo que la publicidad del evento que habían hecho en redes sociales había llamado mucho la atención. Muchos miembros de la administración en la universidad habían mostrado su oposición a que la actividad se celebrase y el decano temía que esas quejas pudiesen convertirse en acciones más graves.
Hazim me dijo que, en un sentido, estaba de acuerdo con el decano. “Sí que había un gran riesgo, pero estábamos dispuestos a asumirlo”, me dijo. Los estudiantes cristianos no estaban desanimados. Se reunieron, oraron y juntos decidieron intentarlo de otra forma. Pidieron permiso para colocar un árbol de Navidad de apenas 2 metros en la plaza central y para poner un stand desde el que repartir regalos. Para la administración supuso un alivio recibir una propuesta que honraba la festividad de los estudiantes cristianos, pero que no era una plataforma para difundir mensajes que podrían inquietar a la parte musulmana más conservadora de la universidad. Accedieron sin demora, dándoles permiso para colocar el árbol durante un día de diciembre.
Por fin llegó el día. Se reunieron temprano para colocar el árbol, lo decoraron con luces y lazos de colores y colocaron tres mesas con chocolate caliente y postales navideñas. Al lado del árbol pusieron un gran cartel con la frase “Escribe tus deseos para este año” y botes de colores para que los estudiantes pudiesen escribir y dibujar en él. En aquella zona, muchos musulmanes conocen la Navidad como “la fiesta del árbol”, por lo que la exposición que esos estudiantes montaron dejaba claro que eran cristianos. En cuanto al contenido, era la declaración pública más suave que el grupo podía hacer.
El árbol simplemente decía a todos los que pasaban por allí: “En esta universidad hay un grupo de seguidores de Jesús”.
Mientras Hazim y sus amigos servían chocolate caliente bajo la mirada de algunos miembros de la administración, que les observaban desde las oficinas que rodeaban la plaza, no podía dejar de pensar en las escenas terribles que podían darse en cualquier momento. Sabía de cristianos que habían sido atacados violentamente e incluso apuñalados por mucho menos. Estaba convencido de que alguien vendría y montaría un numerito o tiraría las mesas a modo de protesta. Sin embargo, al final nada de eso sucedió. Los estudiantes y profesores musulmanes se limitaron a pasarse por ahí, a aceptar un vaso de chocolate y una postal y a hacer preguntas como “¿De qué trata la Navidad realmente?” o “¿Por qué hacéis esto?”.
A lo largo del día, el grupo de Hazim pudo tener más de 600 conversaciones amistosas sobre el significado de la Navidad con profesores y compañeros de clase.
Los estudiantes también se acercaron para escribir sus deseos en el póster. Algunos escribían sobre sus situaciones con amigos y familiares, otros sobre sus estudios, y otros simplemente dejaban comentarios diciendo “Os queremos” y “Sois gente buena”. Incluso el decano se acercó para escribir unas palabras de gratitud “para mis hermanos cristianos”. Parece ser que incluso un miembro del influyente grupo político musulmán de la universidad comentó públicamente que era bueno que esa gente estuviese en la facultad. Les pregunté a Hazim y a algunos obreros y voluntarios del movimiento estudiantil por la respuesta positiva que habían recibido ese día. Me preguntaba si era algo fuera de lo común. Todos ellos dijeron que en su contexto no resultaba fácil hablar de Jesús. Sin embargo, dijeron, la cultura estaba cambiando. La aparición del Dáesh en la región había hecho que muchos estudiantes reconsiderasen el islam. Un número considerable de jóvenes había decidido en secreto que ya no creía en él y, por lo tanto, se mostraban más abiertos a explorar otras alternativas. Otros, simplemente habían resuelto que si iban a ser musulmanes debían ser lo opuesto al Dáesh. La amabilidad y los mensajes como “Os queremos, hermanos cristianos” se estaban convirtiendo en algo cada vez más habitual.
Hablar públicamente de Jesús es un reto en cualquier parte, pero es algo que vale la pena y que suele abrir las puertas a muchas conversaciones en privado. La evangelización personal prospera cuando va acompañada de la proclamación pública; lejos de entrar en conflicto, ambas se potencian mutuamente. Casi todos los miembros de este movimiento estudiantil de Oriente Medio me decían que les encantaría organizar alguna actividad en el campus en la que poder hablar más explícitamente del mensaje de Jesús a un público más grande. Pero, por ahora, están decididos a aprovechar la escasa libertad que puedan tener para atraer el interés de la gente más allá de su círculo de amigos. Seiscientas conversaciones y contactos como resultado de poner un árbol y de servir unos cuantos chocolates, respaldado con mucha oración, es un comienzo más que razonable.
Luces en el campus: Estudiantes que viven y hablan de Jesús en todo el mundo
Estas páginas están llenas de jóvenes valientes que asumieron riesgos, abandonaron zonas de confort o incluso fueron pioneros del movimiento estudiantil en países de todos los continentes. Si amas este ministerio, su pasión por Jesús, su legado y testimonios no te dejarán indiferente; y oro para que te animen a seguir siendo sal y luz.
Aida Banyuls, España
Obra pionera entre estudiantes en Guinea Ecuatorial