1. Mantén la Biblia abierta
“Desead con ansias la leche pura de la palabra”
Tras recordar que hemos nacido de nuevo “mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 Pedro 1:23), Pedro nos exhorta a seguir hambrientos por esa palabra: “Desead con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, creceréis en vuestra salvación, ahora que habéis probado lo bueno que es el Señor” (1 Pedro 2:2-3). Necesitamos la Palabra de Dios no solo para alcanzar a Cristo por primera vez, sino también para edificarnos en el conocimiento y amor por él.
Para algunos, el reto de este capítulo es aumentar la lectura de la Biblia. Para otros, el desafío es diferente. Algunos escuchamos muchos sermones, asistimos a grupos pequeños y apartamos tiempo para el estudio personal de la Biblia. Pero a veces es más un deber que un gozo y recibimos poco provecho espiritual. ¿Qué podemos hacer para contrarrestar esa sequedad y proporcionar vida al estudio de la palabra de Dios? Aquí propongo algunas sugerencias que me han ayudado:
- Ora siempre antes de empezar
Sin la ayuda de Dios, la Biblia será un libro cerrado y muerto. Debo usar la llave de la oración para orar y pedirle a Dios por su Espíritu que abra sus tesoros y le dé vida.
- Sigue una dieta variada
Si estás acostumbrado a leer pasajes cortos, ¿por qué no tratas de variar y estudiar una sección más larga? Quizá debas profundizar más y estudiar un comentario o hacer algún curso a distancia. O tal vez necesitas descansar del estudio diario y simplemente deleitarte con un pasaje familiar de Salmos o los Evangelios.
- Recuerda que la Biblia es un libro relacional
Cuando estudio la Escritura debo recordar que no solo me acerco a un texto que interpretar, sino a una persona con la que encontrarme.
- Ponla en práctica
Tanto el prudente como el insensato oyen la voz de Dios, pero Jesús dice que solo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca el que “oye estas palabras y las pone en práctica”.
2. Sé implacable con el pecado
Todo comienza al caer en pecado. Me digo a mí mismo que no lo volveré a hacer, pero lo hago. El daño en mi salud espiritual podría limitarse si volviera inmediatamente a Cristo, lo confesara y le pidiera ayuda para resistir la tentación en el futuro. Pero el diablo hace todo lo que puede para impedírmelo.
¿Cuál es tu tendón de Aquiles espiritual?
Para disfrutar plenamente de la relación con Dios que Cristo ha asegurado para mí, debo ser implacable con el pecado. Eso significa, en primer lugar, dar todos los pasos prácticos posibles para evitar caer. Cada uno tiene sus debilidades concretas. ¿Cuál es tu tendón de Aquiles particular? Puedes identificarlo preguntándote: “Si fuera el diablo, ¿qué estrategia usaría para hacerme caer en pecado?”.
A veces, por desgracia, caeré, pero incluso entonces he de ser implacable. No debo escuchar las mentiras del diablo, que tratará de persuadirme para que me aparte de Cristo y repita el pecado. Hemos de desarrollar un patrón regular de confesión para reconocer nuestros pecados ante Dios cada día.
3. Céntrate en Cristo
Gran parte de nuestra inestabilidad espiritual proviene de centrarnos demasiado en nosotros mismos, nuestras acciones, sentimientos y circunstancias. Lo que necesitamos en realidad es centrarnos en Cristo: su obra, promesas y amor.
Alguien me dijo una vez: “Por cada mirada a tu interior, dirígele diez a él”. Nunca me han parecido suficientes. Quizá deberían ser cien. La salud y estabilidad de la vida cristiana depende de cuánto nos centremos en Cristo.
4. Ora a menudo
Todas las relaciones, incluida la relación con Dios, dependen de la comunicación bilateral: él nos habla mediante la Biblia y nosotros le hablamos en oración.
Cuando tenemos una amistad profunda con alguien, queremos compartir la vida con esa persona. Si nos ocurre algo divertido o aterrador, no podemos esperar a contárselo. Es maravilloso que, con Jesús, literalmente no hace falta esperar para contarle nada; siempre está con nosotros. Cuando vemos esa preciosa puesta de sol, podemos decirle inmediatamente: “Gracias, Señor”. Si de repente nos acosa una tentación, podemos clamar: “¡Ayúdame, Señor!”. Si estamos ante una decisión difícil, podemos pedir: “Dame sabiduría, por favor”.
5. Ayúdate de otros cristianos
Debemos esforzarnos por desarrollar amistades cristianas cercanas. A veces, parece que hablamos más del críquet o el cróquet que de Cristo. Debería ser habitual preguntarnos: “¿Cómo va tu vida espiritual?”. Las parejas cristianas deben asegurarse de orar juntos a menudo y abrirse el uno con el otro acerca de la vida espiritual. Muchos buscan también a otra persona o personas con las que orar, como impulso para la vida de oración continua y contexto para entablar amistades profundas. También sirve para proporcionar las relaciones de confianza que nos permiten abrirnos, compartir las luchas y rendir cuentas sobre las tentaciones particulares.
6. Mantén un “tiempo de silencio” regular
Pasar tiempo con Dios por la mañana temprano es lo mejor para mí, pero quizá tú prefieras otro momento. La rutina suele ayudar. Si esperas a que surja el momento, es probable que no lo consigas. Debo apartar unos minutos de mi horario.
Debemos pedir que nuestros tiempos de estudio bíblico y oración regular no se vuelvan una mera responsabilidad, sino un gozo, un deleite en la comunión consciente con Dios. Al leer la Biblia, debo recordar que no se trata de un libro de texto. Soy un hijo que escucha a su amado Padre celestial, una oveja que oye la voz del pastor.
Sea cual sea el pasaje, puede ser útil centrarnos en el mejor pensamiento que queremos recordar para la posterior meditación y reflexión. Podemos escribirlo y consultarlo luego. Si lo registramos en algo que podamos llevar con nosotros, nos beneficiará a lo largo del día, y no solo unos minutos.
El diablo actúa en todas las luchas que enfrentamos, y en nuestras fuerzas no somos rival para él. Por eso debemos “fortalecernos con el gran poder del Señor” (Efesios 6:10).
Las luchas de los cristianos: Cómo afrontar con confianza las grandes dificultades, Vaughan Roberts
En Las luchas de los cristianos, Vaughan Roberts nos equipa con armas prácticas para librar las batallas diarias con confianza. La enseñanza de este libro restaura nuestra esperanza de vivir para Dios aquí y ahora, de tener vidas que lleven testimonio y honren a Jesucristo.