Estamos delante de uno de los títulos menos conocidos y divulgados de este autor, publicado originalmente en inglés en 2001, una década antes de su partida con el Señor. Una realidad que no hace justicia al rico e inspirador contenido de este libro único.
Un autor tan prolífico como Stott ha escrito mucho sobre cristología, múltiples comentarios sobre epístolas en las que la obra y la persona de Cristo destaca, títulos especializados como La Cruz de Cristo; es decir, la obra de Cristo siempre ha estado presente en su obra, diría más, en un lugar prominente. Pero este libro tiene de particular y singular que se centra en la persona de Cristo.
Un autor del calibre de Stott tenía que escribir un libro sobre la persona de Jesucristo. La oportunidad se la brindó el Comité de las London Lectures. En el año 2000 fue el invitado a dar cuatro conferencias sobre la persona de Jesús y estas son las que estructuran el libro, que tiene cuatro partes bien definidas y elaboradas:
- El Jesús original, un recorrido por todo el Nuevo Testamento a excepción del libro del Apocalipsis, que dejará para el final. Los cuatro Evangelios; las trece cartas de Pablo; otros tres autores judíos. ¿Qué dice la revelación bíblica sobre el Señor Jesucristo? Para conocer a Jesús fielmente la Escritura es fundamental.
- El Jesús eclesiástico, desde el tratamiento que le dieron los Padres de la Iglesia, los primeros concilios, el movimiento monástico y místico, pasando por el escepticismo de la Ilustración, el Cristo crucificado, el revolucionario, hasta el Señor de la Misión de los grandes congresos evangélicos. Un amplio recorrido por la historia de la iglesia, completo dentro de la extensión que dedica, bien seleccionado y evaluado con una combinación de mesura y a la vez rigor que le lleva a concluir en una frase: Jesucristo, autenticidad versus acomodación.
- El Jesús influyente. Esta me pareció, cuando lo leí por primera vez, una parte genial del libro, inspiradora. Stott selecciona doce personas históricas, a cual más influyente, y analiza cómo Jesucristo impactó en sus vidas y cómo su influencia fue sal y luz en la sociedad. Desde Francisco de Asís, León Tolstoi, Gandhi, Martin Luther King, Joni Eareckson, y William Willberforce. Constata la radicalidad de la influencia de Cristo en la historia humana.
- El Jesús eterno. Como si de una fiesta mayor se tratará, lo mejor queda reservado para el final. Una batería potente y brillante de fuegos artificiales, nos presenta a Jesucristo de forma sublime e incomparable: el Alfa y la Omega, supervisor de las iglesias en la Tierra, el trono celestial compartido en los cielos, el rollo y el Cordero, el Señor de la historia, el llamamiento al arrepentimiento, la victoria sobre el diablo, el Pueblo Redimido, el retorno definitivo, el encuentro del esposo y la esposa. El nuevo universo, la ciudad y el jardín.
Sorprende la riqueza y la amplitud de las citas, lo completo de la panorámica bíblica e histórica y, sobre todo, lo clarificador de la singularidad de la persona de Jesucristo como Señor y Salvador. En el prólogo de la edición original, John Stott concluye diciendo: encomiendo este libro a su camino con la esperanza y la oración de que muchos lectores reconozcan a Jesucristo como digno objeto de adoración, testimonio y esperanza, y como merecedor del adjetivo “incomparable”, ya que Jesús no tiene igual ni rival. Amén.
Francisco Mira, Pastor de la iglesia en calle Verdi, Barcelona. Licenciado en psicología y Director adjunto de la revista Alétheia.
Cristo, el incomparable
A lo largo de este libro, John Stott se adentra en la persona de Jesús mediante el estudio de su vida a través del testimonio que el propio Nuevo Testamento ofrece de él, a la luz de lo que la Iglesia dice y ha dicho, y asimismo analiza la influencia que ha tenido en la historia, explicando finalmente cómo su persona nos afecta a nosotros hoy.
John Stott nos recuerda que Jesucristo no es solamente un personaje histórico, sino asimismo eterno y, por tanto, es también nuestro contemporáneo. Jesús desafía a cada nueva generación, siglo y milenio en sus papeles de Salvador, Señor y Juez.