Tener un hijo aumentó, sin duda, mi consciencia, ya elevada de por sí (no tenemos televisión en casa; solemos ver una película por semana en el ordenador; leemos mayormente libros físicos; escuchamos poca música grabada), de la necesidad de ser tecnológicamente sabia, llevándonos a no ofrecer acceso a las pantallas a nuestro hijo (hoy tiene 4 años).
Sí que es cierto que estas decisiones han traído satisfacción, pero a veces siento culpa, e incluso vergüenza, y por momentos las preguntas me asaltan: ¿acaso seré muy legalista? ¿La gente piensa que estoy loca? ¿Los amigos se van a reír de mi hijo? ¿Son estas posturas sostenibles? ¿Le estoy privando a mi hijo de algo vital? Quizás, estas son las mismas preguntas que se hacen familias que sienten que ya no tienen el control del uso de las tecnologías en su hogar.
Si bien poner en práctica disciplinas tales como,
- Despertar antes de los dispositivos y apagarlos antes de dormir, dejándolos fuera de la habitación
- No usar pantallas antes de los 10 años.
- Utilizar las pantallas con un propósito y usarlas juntos.
- Usar el tiempo en el coche para conversar.
- Conocer contraseñas (cada cónyuge conoce la del otro) y los padres tienen acceso total a los dispositivos de sus hijos.
- Cantar juntos en lugar de dejar que la música grabada y amplificada domine nuestra alabanza.
parece imposible, Crouch basa estos compromisos concretos y tan radicales en el contexto de una vida cristiana que se construye con valores eternos: el desarrollo de la sabiduría y el coraje en la familia; la formación del carácter y la creatividad en el corazón del hogar; el respeto de los ritmos de trabajo y el descanso; la prioridad de las relaciones y la práctica del momento presente.
En Crouch encontramos un amigo empático que además nos alienta a proseguir este camino en la comunidad de apoyo por excelencia, la iglesia. Como él mismo dice: “Facilita mucho las cosas si otras familias adoptan el mismo enfoque respecto al juego y la vida en el hogar, y es mejor aún si toda la iglesia puede hacer que una vida sin pantallas sea la norma y no la excepción” (p. 109).
Esta propuesta, que confronta abiertamente nuestra idolatría, necedad, indiferencia, egoísmo, desconexión y pereza, es una invitación abierta a fortalecer nuestro caminar con Cristo. Además, lejos de antagonizar nuestra relación con el mundo que nos rodea, nuestra diferencia manifestada en compasión tiene todo el potencial de traer esperanza y un mundo mejor.
Edith Vilamajó, mamá, mentora, coach, profesora y educadora
Familias tecnológicamente sabias. Pautas para situar la tecnología en el lugar que le corresponde, Andy Crouch
Tomar las decisiones correctas para nuestra familia en cuanto a la tecnología no significa, simplemente, instalar filtros de internet y limitar el tiempo que nuestros hijos pasan delante de una pantalla. Se trata de desarrollar el carácter, la sabiduría y el valor en vez de aceptar la promesa de que la tecnología nos da de una gratificación fácil e inmediata. Se trata de desarrollar nuestro corazón, mente, alma y fuerza cuando somos tentados a contentarnos con el entretenimiento y la satisfacción que produce la acción de consumir. Y no estamos hablando solo de los niños.
Con base en una investigación original y exhaustiva, llevada a cabo por Barna Group, donde se muestra que a las familias les está costando manejar las nuevas realidades que presenta la tecnología, Andy Crouch lleva a los padres más allá de las típicas preguntas del “¿qué?”, “¿dónde?” y “¿cuándo?” para mostrarnos que, en un mundo lleno de dispositivos, existe la opción de escoger una vida mejor de la que habíamos imaginado.