Una de los mayores gozos de ser cristiano se sustenta en la realidad de que Dios nos usa dondequiera que estemos. Sin embargo, una de las cuestiones más complicadas es saber cómo lo hace. Por esta razón, muchos de nosotros no sabemos con qué palabras, con qué herramientas o a través de qué medio podemos ver que ciertamente Dios nos usa a lo largo de nuestra rutina.
A este respecto, en el LICC (siglas en inglés de London Institute for Contemporary Christianity) han elaborado una lista compuesta de 6 puntos clave que aportan algo de luz para definir en qué modo actúa Dios en nosotros y para darnos aliento en cuanto a cómo lo hará en el futuro.
A continuación, te proponemos esas 6 claves que hemos llamado las 6Ms. Mientras las estés leyendo, hazte una pregunta muy sencilla: ¿En cuál de ellas destaco yo? Quizás sea en más de una. El propósito de esta enumeración es animarte y alentarte, ya que son un reflejo de cómo Dios, efectivamente, ya está trabajando tanto en tu vida y en tu corazón como en los de otros.
No podemos olvidar que ser de bendición a otros está estrechamente ligado a nuestra relación con Cristo. Por ello, estos 6 principios no son más que una expresión de esa vital comunión.
Ahora sí, pregúntate: ¿Eres…?
-
Modelo de un carácter santo
Hay miles de formas de imitar el carácter divino: acudiendo al dominio propio para no airarte cuando un compañero te provoca a ello, mediando en un conflicto entre dos partes o despertando el gozo que necesita alguien de tu alrededor.
No importa cuál es la acción concreta que hacemos o el lugar donde la llevamos a cabo. Lo verdaderamente trascendente radica en si estamos reflejando el carácter de Dios o no. Así que, al ser “modelos”, nos recordamos a nosotros mismos que Dios nos moldea y transforma nuestro carácter para ser semejantes a Cristo. Este es un proceso diario y paulatino que tiene como finalidad que los demás vean a Jesús a través de nosotros. Cuando esto ocurre en nuestras vidas, se empieza a hacer patente el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. La primera “M”, por tanto, viene a ser el fruto del Espíritu en pleno ejercicio.
-
Mecenas del buen trabajo
Es probable que nuestros quehaceres diarios parezcan carecer de un propósito o ser meramente un camino para conseguir algo. No obstante, cuando hablamos de ser “mecenas” de las buenas obras, nos referimos a que todo lo que hagamos debe “favorecer” o servir para la gloria de Dios. Porque, al fin y al cabo, eso es lo que nos enseña Colosenses 3:23-25.
Buscar la gloria de Dios debe ser un principio que se extienda a absolutamente todos los niveles de nuestra existencia: en lo divertido, en lo interesante, en lo grande, en lo pequeño, en las cuestiones de este mundo o en lo soberanamente aburrido. ¿Con qué objetivo? Para provocar un impacto en las personas y en el mundo que el Señor creó y por los cuales se entregó. Además, tenemos el privilegio de hacerlo con gozo, porque —no lo olvidemos— estamos sirviendo al Señor Jesucristo.
-
Ministro de la gracia y del amor
Esto me recuerda a una amiga que me acompañó al hospital a la 1 de la madrugada, aun cuando el plazo para entregar un informe acababa en 10 horas (y no había escrito ni una palabra). También tomemos de ejemplo al jefe que despide a su empleado con tacto, que le ofrece, con toda amabilidad, apoyo y consuelo, y se preocupa de su situación incluso cuando ya no está bajo su mando. Esta “M” se reduce a actos tan sencillos como tomarse un café de tanto en cuando o dedicar diez minutos a hablar con alguien que está atravesando momentos difíciles.
-
Moldeador de la cultura
La cultura bien podría definirse como “la forma en que se hacen las cosas en un lugar determinado”. Moldear la cultura quiere decir propiciar cambios a pequeña escala que promuevan los valores de Cristo de forma práctica y visible.
¿Cómo podemos moldear la cultura? Se trata de ir a contracorriente: de ofrecer resistencia y oposición a lo establecido por el mundo. Por ejemplo, moldeamos y contrarrestamos las ideas de este mundo cuando admitimos y reconocemos que hemos hecho algo malo, al igual que cuando perdonamos a quienes también han incurrido en alguna falta. También, cuando revertimos el poder destructor del chisme con una palabra positiva y de ánimo a aquella persona que es el objeto de toda crítica. Si estamos inmersos en un grupo, podemos premiar y elogiar la integridad y la honestidad, y proveer de un entorno sano para que todas las personas que lo integran puedan trabajar en un ambiente donde gobierne la armonía.
-
Mediador de la verdad y de la justicia
Aunque puede que no seamos conscientes de ello, pregonar la verdad y la justicia es algo que deberíamos hacer a diario. Una vez más, se resuelve con pequeños gestos: rechazar ser parte de un chisme en la puerta del instituto o del trabajo, o defender a un compañero que está siendo el blanco de burlas o de algún tipo de marginación.
Pero podemos dar un paso más allá: administrar correctamente el área de servicio que Dios nos ha dado como responsabilidad. Darle el crédito que merece otra persona aun cuando podríamos habernos llevado algún mérito por ello. Ya sea en las pequeñas o en las grandes cosas, ser mensajero de la verdad y de la justicia se traduce en levantarse y proclamar lo que es bueno y justo, y en muchas ocasiones, a expensas de tener que pagar un precio a nivel personal.
-
Mensajero del evangelio
Con este concepto, no hace falta imaginarse a un creyente que viaja a un lugar con el fin de predicar las Buenas Nuevas. Al contrario, se puede ser misionero en el día a día donde Dios nos ha puesto. Podría ser aconsejar a alguien en algún conflicto o proyecto tomando como base la sabiduría de Dios dada en su Palabra. O dar testimonio, en el momento apropiado, de lo que Dios ha hecho en tu vida. Este perfil consiste en tener la intención, el deseo de compartir algo de Jesús con quienes te rodean y, cuando tengas la oportunidad, poder comunicar el mensaje del evangelio.
Las 6Ms funcionan como un conjunto y representan una parte del testimonio que retrata la presencia y obra de Dios en nuestras vidas. No basta con oír del amor de Dios: resulta mucho más convincente y coherente ver que quien proclama esa verdad actúa guiado por el mismo amor de Dios. De igual modo, no es suficiente afirmar que Dios es justo: deja mayor huella que quien dice ser su hijo se levante para combatir prácticas injustas.
Recuerda, no importa donde estés. Sea que vayas a la universidad, que trabajes o que te quedes en casa: ¡anímate, prepárate, esfuérzate y vive para la gloria de Dios!
Este artículo es una traducción de uno publicada en la página del LICC. Si quieres leerlo en inglés, puedes hacerlo aquí