Mantenerse totalmente magnetizado


¿Qué pasa cuando somos atraídos constantemente por la persona magnética: Jesucristo?

Él es el que ha robado nuestros corazones y afectos; le amamos por encima de todas las cosas. Él es nuestra totalidad; nuestra norma; nuestra liberación; nuestro destino; nuestro poder superior. Es aquel de quien dependemos y aquel a quien rendimos cuentas. Es el que nos ama de forma sacrificada, incondicional y tenaz con un amor que no nos deja ir.

Cuando nos pegamos a Jesús como la vid verdadera, nos convertimos en personas que disfrutan de una relación profunda con él y con los demás; personas que disfrutan tanto de la intimidad de ser conocidos, como del significado que da formar parte de algo más grande y mejor. Nos convertimos en personas centradas en otra persona y apasionadas por formar parte del plan de Dios de reunir todas las cosas bajo el señorío de Jesús.

Cuando nos pegamos a Jesús como el camino, la verdad y la vida, nos convertimos en personas que saben que la vida es desordenada y complicada, pero que las normas de Jesús son sabias y que nos ofrecen un terreno sólido y estable para el florecimiento humano. Nos convertimos en personas que saben que Jesús no es solo la norma, sino el Salvador; y de ese modo experimentamos la liberación que trae el perdón, porque entendemos que Dios no nos acepta por nuestra obediencia. Cuando nos cuesta ver cómo aplicar las normas de Dios, nos fijamos en la vida de Cristo, el ser humano por excelencia, que amó y vivió la ley de Dios de forma perfecta.

Al pegarnos a Jesús como la resurrección y la vida, nos convertimos en personas que abrazan la vida con alegría, creatividad y pasión porque conocemos y hemos experimentado la mayor de las liberaciones. Aunque podemos experimentar frustración, sufrimiento y la muerte física, sabemos que la muerte física no es el final, sino el principio y una puerta de entrada para estar con Jesús.

Cuando nos pegamos a Jesús como el buen pastor, somos liberados de sentirnos agobiados, oprimidos y temerosos por lo que podría pasar o no. En lugar de eso, nos ponemos gustosamente bajo la autoridad de Jesús y vemos el plan de nuestro amoroso Padre celestial como una aventura a explorar.

Por último, cuando nos pegamos a Jesús como la luz del mundo, nos convertimos en personas que brillan y que continúan creciendo “hacia arriba” hacia esa luz, y creciendo “hacia afuera” como faros de luz en un mundo oscuro.

Eso es lo que todos queremos ser. Pero, ¿cómo lograrlo? ¿Cómo podemos llegar a ser ese tipo de seguidores de Jesús totalmente magnetizados?

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