Ana María Huck de Vangioni,
nos habla de…
Bajo el título tan original de Desde que soy abuela no me pinto los labios. Una guía para los abuelos de hoy, las autoras Ester Martínez y Cesca Planagumà, nos presentan algo más que unos buenos consejos para abuelos, o candidatos futuros, a ostentar este título maravilloso.
Ambas autoras, desde su particular perspectiva, formación profesional y experiencia personal, nos abren su corazón y ofrecen herramientas prácticas y útiles para ser “los mejores abuelos del mundo” para nuestros nietos.
Ester, desde su “sofá”, y Cesca, desde su “butaca”, nos retan con argumentos sólidos a tomar conciencia del impacto que tienen los abuelos en las vidas de sus nietos, su papel trascendente en el crecimiento y desarrollo de su carácter, incluso, el forjar valores que perdurarán en la memoria de las generaciones siguientes, porque el ingrediente fundamental en esta relación tan única, siempre será el derroche de un amor ilimitado, generoso y tierno.
Las autoras no se conforman con analizar la situación presente en nuestra sociedad, la de los padres jóvenes inmersos en sus respectivos trabajos, de aquellos que, por necesidad, han regresado con la familia a la casa paterna, las segundas o terceras familias de sus hijos divorciados, o aquellos ancianos que viven en soledad, ignorados y apartados de hijos y nietos. Ahondan y profundizan en las relaciones entre padres e hijos, en cómo potenciar y reforzar lazos de unión, comprensión, respeto y amor que siempre beneficiarán a toda la familia, pero especialmente a los nietos.
No tengamos temor a la jubilación, ni al paso del tiempo -nos aconsejan-, vive y disfruta cada momento intensamente, porque nuestro papel como abuelos, es irremplazable en la vida de nuestros nietos. Ambas, sin embargo, hacen una clara llamada de atención a los padres que se privan del placer de ver crecer a sus hijos, por delegar su cuidado en los abuelos, sufridores cansados, aunque gozosos, dispuestos y disponibles.
Un tema relevante es su advertencia a que tomemos conciencia del cuidado de nuestra salud física y mental, para vivir el paso del tiempo con sabiduría, llenarlo de proyectos y planes, nuevos retos y metas, con buen humor y un espíritu positivo. Seremos más útiles y efectivos a nuestras familias, a nuestros nietos, si hacemos un alto, rectificamos algunas áreas que quizá no pudimos o no supimos desarrollar, nos preparamos y reflexionamos, sobre cómo nos gustaría que nos recordaran el día en que ya no estemos.
Ester y Cesca enriquecen sus reflexiones y consejos con anécdotas personales, citas de sociólogos, filósofos, autores de renombre, estadísticas actuales, conclusiones de congresos internacionales sobre los diversos aspectos de la salud, pero además, destacan la importancia del cultivo espiritual personal en una relación de fe y dependencia de un Dios vivo y real, en nuestro día a día, porque ello llenará de esperanza nuestra existencia, y la de nuestras familias.
En el último capítulo del libro, “Entrevistas a algunos abuelos/as que son nuestros amigos/as”- Núria de Gispert Català, Elisabet Cots, Montserrat Carulla, Josep Monells, Víctor Mirón i Angurell, y Eduardo Bracier Finch- responden a tres temas muy importantes que cada lector/a puede plantearse, y responder con el corazón en la mano: “¿Qué es lo mejor de ser abuelo/a?”, “¿Cómo quisieras que te recordaran tus nietos?” y “Un consejo para abuelos principiantes”.
Con diferentes expresiones, todos concluyen: por encima de todo, ¡ámalos! Tu amor les seguirá donde tú ya no podrás llegar, cuando ya no estés. Personalmente, me ha emocionado, he reflexionado, sonreído y hasta alguna que otra lagrimita se ha escapado.
Agradezco a Ester y a Cesca este gran trabajo, y estoy totalmente de acuerdo con su afirmación que nos es necesario mirar a Dios, de frente y honestamente, porque Él nos dará una perspectiva correcta de nosotros mismos, y nos ofrece recursos para comprender y gestionar la brevedad de la vida. Él nos ofrece la fortaleza y la paz en medio de cualquier adversidad y la sabiduría necesaria para ser ¡los mejores abuelos, “del mundo mundial”!
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