El Evangelio según San Mateo IV

Margarita Burt

Ante el rechazo masivo del Reino que vino a ofrecer, Jesús cuenta tres parábolas: la de los dos hijos, la de la viña, y la de las bodas, cada una anunciando que, puesto que los judíos no quieren el Reino, es ofrecido a los gentiles (21:28-22:14) con una salvedad: tienen que ser hechos aptos. El hombre que intentó entrar en la fiesta de bodas sin vestido de boda, esto es, revestido de la justicia de Jesús, fue expulsado (22:13).

Todos los segmentos de la religión de los judíos están en contra de Jesús (Mat. 22). Los fariseos le preguntan acerca de impuestos para poner a los romanos en contra de él. Los saduceos le preguntan sobre la resurrección para confundirle, ylos intérpretes de la ley acerca de la ley para avergonzarle, pero Jesús les pone en evidencia a todos preguntándoles una cosa que no saben contestar, la pregunta del millón, acerca de quién es él: “Si soy el hijo de David, ¿cómo puedo ser su Dios?”, y se van y le dejan en paz.

En el capítulo siguiente Jesús denuncia a los escribas y fariseos (23:1-36). “Ay, ay, ay”. Después sale y llora sobre Jerusalén (23:37), porque no le han reconocido, le han rechazado su salvación. Vino el Rey, les ofreció el Reino y no quisieron. Así que, los últimos discursos de Jesús versan sobre el fin del mundo y el juicio. Habrá guerras, persecución de la iglesia, falsos profetas, apostasía de la iglesia, el evangelio será predicado en todo el mundo, vendrá una gran tribulación y, entonces, Jesús volverá en  juicio (Mat. 25). Hay dos partes: el juicio de los creyentes y el juicio del mundo. Los que profesan ser creyentes, pero que no dan luz, y que no usan sus talentos se condenarán. Los del mundo serán juzgados en base a sí mostraron compasión al que sufre o no: “Tuve hambre…”.

Ya está todo dicho, y con esto, entramos en la pasión. Judas le traiciona y María de Betania le unge para su muerte (26:12). Jesús se despide de sus discípulos con la Ultima Cena donde anuncia la traición de Pedro. Ora en Getsemaní, y se presenta Judas para entregarle con un beso. Jesús, quien pronunció ayes y juicio sobre otros, ahora se presenta para ser enjuiciado en lugar del pecador. Es llevado ante Caifás, el sumo sacerdote, quien le pregunta quién es. “¿Eres el Hijo de Dios?” Después es llevado ante Pilato quien le pregunta quién es. “¿Eres el Rey de los judíos?”, y Jesús es condenado por la religión por confesar ser el Hijo de Dios y por la política por confesar ser Rey, y sentenciado a ser crucificado. Es burlado por lo soldados como el Rey de los judíos (27:37); es crucificado por ser Rey de los Judíos (27:37); los judíos se burlan de él como quien dice ser Rey de los judíos y Hijo de Dios (27:42, 43). Y Jesús muere por ser las dos cosas. Pero ¡un centurión romano! llega a la conclusión correcta, afirma el argumento del Mateo: “Éste era Hijo de Dios” (27:54).

Entonces Dios grita desde el Cielo que éste es su Hijo: Rasca el velo del templo en dos, sacude la tierra con un terremoto, abre las tumbas, y el tercer día resucita a su Hijo, vindicando todas sus pretensiones. ¡El Rey vive! Ha derrotado la muerte, pagado por el pecado, liberado a su pueblo, vencido a Satanás, y conseguido el Reino, y esto, ¡por medio de la cruz! Ahora como Rey el Señor Jesús dice: “Toda potestad me es dada en el cielo en la tierra”. El dominio que Satanás pretendió darle si le adorase, Jesús lo ha conseguido por la vía de la Cruz. Y como Rey, nos manda a salir y extender el Reino: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (28:19).  Amén.

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