“Algunos apostatarán de a fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios… Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias, porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado” (1 Tim. 4:1-4).
¡Aquí hay mucha buena enseñanza acerca de la comida! Va muy bien en un día en que la generación que sube come menos sano que la anterior, dando lugar al sobrepeso, que ya va siendo un problema hasta en los niños que se alimentan de coca-cola y patatas fritas de bolsa, meriendan dulces empaquetados y bocadillos de chocolate, y cenan cosas fritas. Por regla general no les gustan las verduras y comen poca fruta. A lo largo, esta forma de alimentación trae problemas de salud. Entre los adolescentes y jóvenes, las verduras no gozan de mucha aceptación. Se oyen comentarios despreciativos, y algunos hasta ponen cara de asco delante de ellas. En cambio, la Biblia dice: “Todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”. Esta es la actitud correcta, de considerarla cosa buena, creada por Dios para nuestro beneficio, y estar agradecidos por ella. Esto es lo que los padres tienen que enseñar a sus hijos, a ver la provisión de Dios en la comida y estar agradecidos.
Cuando damos gracias a Dios por la comida, no es un rito bonito, sino una cosa transcendente: “Por la palabra de Dios y por la oración, [la comida] es santificada”. La palabra de Dios y mi oración, dando gracias por ella, la santifica. Por tanto, ¡mi comida es santa! Veamos estas dos cosas: Primero, la Palabra de Dios dice que todo lo creado para comer es bueno (Gen. 1:29, 31). Y el Señor lo repitió en el Nuevo Testamento (Hechos 10:15). Segundo, la oración. Mi oración es potente. Hay poder en la oración de dar gracias por la comida. Convierte un plato común de comida en algo santo. Comer ya pasa de un acto rutinario a una experiencia compartida con Dios. Ha bendecido lo que yo voy a comer. Es sagrado.
La Palabra y la oración siempre van juntas. Oramos según la Palabra, y Dios contesta esta oración. Vemos aquí que la Palabra de Dios, juntamente con la oración, puede santificar cosas. Cuando oramos por una persona reclamando las promesas de Dios, aplicando la enseñanza de Dios a esta persona, dando gracias por ella, es bendecida. Dios obra en ella. Es santificada en el sentido de que es apartada para que Dios ponga su atención en ella para obrar bien en ella. ¡Deberíamos ir por la vida dando gracias a Dios por todo lo que ha provisto para nuestro bien, y por todas las personas que tratamos! Así nos moveremos en un ambiente de bendición. Empezamos con la comida. La promesa es clara: cuando la aceptamos de la mano de Dios y damos gracias por ella, es santificada. Comer es un acto sagrado. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31).