“Sed fortalecidos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10; BTX).
Otra versión reza: “Sed fuertes en el Señor”. Es un mandato. El que no recoge la fuerza del Señor peca. “La debilidad es un crimen” (Oswald Chambers). Es la inacción, o actuar en nuestra propia fuerza carnal, o en nuestra debilidad carnal. Es no apreciar el poder de Dios y no abastecernos de él, y quedarnos parados delante de un desafío. La debilidad es no liderar, no disciplinar, no actuar, no tomar una postura, no estar firme.
Este rasgo de carácter procede de nuestra personalidad humana y no del Espíritu Santo: “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder” (2 Tim. 1:7). La debilidad tiene su origen en las heridas emocionales, en una falta de identidad en Cristo. Procede de nuestro carácter antes de conocer a Cristo, de lo que hemos heredado de nuestros padres. Viene de complejos, de mirarnos a nosotros mismos o a otros, y no al Señor. Cuando un padre deja que su hijo le manipule, esto es debilidad de su parte. También lo es cuando los padres ceden ante las demandas de su hijo adolescente porque es de carácter fuerte, o cuando un profesor en el colegio no actúa ante la rebeldía de un estudiante, o cuando el maestro de la escuela dominical no puede controlar la clase, o cuando el pastor o anciano es controlado por una familia poderosa de la iglesia, o por la opinión de un sector, o cuando no pone en disciplina a un miembro de la congregación porque le tiene miedo.
Pongamos un ejemplo bíblico: los diez espías incrédulos. Ellos solo se fijaron en su debilidad ante el enemigo, y no en la fuerza de Dios: “Y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. También vimos allí gigantes, éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos” (Num. 13: 33). La debilidad es un gran pecado cuando Dios ha prometido dar su poder. La fe es poder y la debilidad es incredulidad. Caleb dijo: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos… Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará… Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová no temáis al pueblo de esta tierra; nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Num. 13:30; 14:9). Cuarenta años más tarde, el Señor recordó a Josué la lección: fe, obediencia, y poder: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que tu vayas” (Josué 1: 9). Josué fue obediente y conquistó la tierra en el poder de Dios.
Algunos tienen que superar su debilidad por medio de la fe, mientras que otros de carácter fuerte necesitan desprenderse de su fuerza natural para poner toda su confianza en el Señor, quien dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte (2 Cr. 12:9, 10).
El Cielo es para los valientes (Mat. 11:12), para los que reciben poder mediante su fe en Dios.