4 de enero
Génesis 4 | Mateo 4 | Esdras 4 | Hechos 4
La raza humana sólo tardó una generación en producir su primer asesino (Génesis 4). Dos reflexiones en torno a esto:
1) En la Biblia, encontramos numerosos móviles para el asesinato: Jehu mató para asegurar una ventaja política (2 Reyes 9-10); David mató para encubrir su adulterio (2 Samuel 11); Joab asesinó por venganza y por miedo a perder su posición privilegiada (2 Samuel 3); algunos de los hombres de Guibeá, de la tribu de Benjamín, mataron por su codicia desenfrenada (Jueces 19). No sería difícil ir alargando la lista. En lo que se refiere al primer asesinato, el móvil era la rivalidad entre hermanos completamente descontrolada. Caín no podía soportar pensar que la ofrenda de su hermano fuese aceptable a Dios, y la suya no. En lugar de buscar a Dios a fin de mejorar su propia ofrenda, optó por asesinar a quien veía como su rival.
Lo que tienen en común todos estos móviles es que el asesino se deja llevar por la idea que él es el centro del universo. Dios mismo debe aprobar lo que yo hago; y si no, como no puedo matar a Dios, mataré a quien Dios aprueba. Lejos de recuperar el estado glorioso que precedía a la caída, cuando, para aquellos que llevaban su imagen, Dios mismo era el centro de todo; amado y adorado por ser el Creador bueno y sabio del hombre, ahora cada ser humano pretende ser el centro del universo. Era como si dijese: “Hasta Dios mismo debe servirme. Si no lo hace, es hora de encontrar a otros dioses”. Entre los elementos más chocantes que encontramos en el asesinato de Abel está el hecho de que Caín esté tan profundamente contrariado al no gozar de la aprobación de Dios. En este caso, la rivalidad entre los dos hermanos ocurre en el terreno religioso. No importa. Desde el momento en que me propongo ser el centro en cualquier ámbito, lo que pretendo en el fondo es serlo en todos los ámbitos. Es lamentable que las fronteras culturales y legales, aunque me impidan cometer asesinato, no sirven para impedir que abrigue en mi corazón aquella clase de odio que, según las enseñanzas de Jesús, pertenece al mismo orden moral que el asesinato (Mateo 5:21-26). Por tanto, aunque los móviles que llevan al asesinato sean muchos, en el fondo son uno solo: yo quiero ser dios. Aquí está la raíz de toda idolatría.
2) En la Biblia, hay varios ejemplos de inocentes que son víctimas del asesinato. En este caso, Abel es el hermano inocente, no obstante es quien encuentra la muerte a manos de su hermano. A partir de este hecho, cabe hacer dos reflexiones. En primer lugar, la Biblia es tremendamente realista en cuanto a la crueldad y la absoluta injusticia del pecado. En segundo lugar, nos obliga a concluir que, si la justicia y el arreglo de las cuentas van a ser posibles alguna vez, sólo será mediante la intervención de Dios mismo. Las cuentas sólo serán ajustadas después de la muerte.