Entrevista a Stuart Park realizada por Radio Nacional de España para su programa «Mundo Protestante», emitida el pasado día 15 de diciembre. El tema elegido fue la figura de Elisabet, también conocida como Isabel.
La figura de Elisabet
Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída,
y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.
(S. Lucas 1:13)
P. ¿Quién es Elisabet, y cuál es su relación con la Virgen María?
Elisabet era pariente de María, − su prima, según la tradición, − una mujer de edad avanzada que descendía de la línea sacerdotal más importante de Israel, ya que su ancestro lejano era el propio Aarón, hermano de Moisés, y primer gran sumo sacerdote de Israel.
Su esposo era Zacarías, también anciano y sacerdote de la línea de Aarón. Vivían en la zona montañosa de Judá, donde pasaron desapercibidos hasta que, de repente, la Providencia Divina los colocó en el primer plano de la Historia más maravillosa del mundo.
P. ¿Cuál es la descripción que hace el Evangelio del carácter de Elisabet?
Los narradores bíblicos son parcos en palabras, y resumen en una sola frase el carácter de Elisabet: tanto ella como su marido eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. No hace falta decir más, tal vez, ni se puede decir mejor. Pero este encomio oculta un drama, un dolor callado, una pena profunda que no hace sino resaltar la dignidad de Elisabet. Era estéril, y a pesar de la multitud de plegarias que habría elevado al Señor junto con su marido, nunca pudo dar a luz un hijo.
Ella también era parca en palabras, al parecer, y cuando recibió la noticia de que iba a ser madre, tan solo dijo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres. Pero sus pocas palabras también lo dicen todo: su esterilidad le había causado una sensación de fracaso personal, incluso de vergüenza social, y su dolor solo lo podemos adivinar.
P. ¿Por qué permite Dios que algunos de sus hijos sufran? Has escrito sobre esto en uno de tus libros, sobre la figura de Job. Ahora te pedimos un apunte pequeño.
Pienso que los hijos de Dios no sufren a pesar de ser fieles e irreprensibles, sino precisamente por ello. Ahí está el caso del justo Job, y otros muchos, incontables, y el ejemplo supremo es el propio Hijo de Dios. Se trata de un misterio, desde luego, y no podemos ni debemos generalizar. Lo que sí podemos constatar es que Dios siempre compensa con creces aquello que tiene a bien quitar, y si no lo hace ahora, lo hará en la Eternidad.
P. ¿Cómo interviene Dios en el caso de Elisabet?
Como si de una pura casualidad se tratara, a Zacarías le tocó en suerte –dice Lucas− ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor, un privilegio que creo recordar solo le correspondería una vez en la vida. Ahí recibió la visita del ángel Gabriel que le dijo que sus oraciones habían sido oídas, y que él y Elisabet tendrían un hijo, que sería el futuro Juan el Bautista, precursor del Mesías, y primo de Jesús de Nazaret.. Él no se lo creyó, y en consecuencia quedó mudo por un tiempo, pero eso es otra historia.
Y así fue. Elisabet quedó embarazada, y se recluyó en su casa durante cinco meses entre las colinas de Judá, que es donde la fue a visitar su prima.
La visita de María
Y aconteció que cuando oyó la salutación de María, la criatura
saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo.
(S. Lucas 1:41)
P. La criatura saltó en el vientre de Elisabet cuando oyó la Salutación de María. ¿Pueden los bebés antes de nacer reaccionar ante la presencia de Dios?
En efecto, se produce ahora una de aquellas escenas que solo por ser verídicas, y no inventadas, nos tocan en lo más profundo del corazón. Se explica ahora la larga espera de Elisabet, ya que en la ciudad de Nazaret una humilde doncella judía había escuchado, en el cumplimiento de los tiempos, como escribió S. Pablo, la Anunciación más asombrosa de la Historia, de que iba a ser la Virgen-Madre del Señor.
Al conocer el embarazo de Elisabet, y en el primer mes del suyo propio, María viajó a la casa de su prima, sin que ningún otro ser humano conociera la noticia, y al entrar en casa de Elisabet, sucedió lo que habéis comentado. Me permito leer el texto bíblico al completo:
En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor.
No sabemos cómo, pero Elisabet ya conocía la noticia de María. Parece incluso que la conoció el pequeño Juan, aun antes de nacer. Se dice que el entorno de los no-natos les afecta, y ¿nos puede sorprender que la alegría de su madre y la presencia divina de su primo Jesús le hicieran dar un pequeño salto en el vientre de su mamá?
P. ¿Qué podemos aprender de esta relación tan especial?
Pienso que para María, involucrada ahora en una experiencia sin paralelo en la historia de la humanidad, las palabras de Elisabet significaron la primera gran confirmación del drama que se avecinaba. No contaría la noticia a nadie, ni siquiera a su esposo José hasta meses después, y lo haría con temor y temblor, pero necesitó hablar con alguien, y ahí tal vez reside la importancia de esta confidencia y la comunión que les unía.
Me llama la atención este encuentro entre una doncella joven y una anciana y venerable mujer, y el mutuo bien que se hicieron.
P. ¿Qué aporta la figura de Elisabet a la Navidad? ¿Qué podemos aplicar de esta historia a nuestra celebración?
En un nivel más humano, incluso hogareño, el hecho que acabo de mencionar nos puede servir. Muchas personas mayores, cuyas vidas han sido tal vez dañadas por el luto o lastradas por la decepción, pueden convivir con sus familiares más jóvenes, llenos de ilusión y con toda una vida por delante, sin amargor. Como abuelos, mi esposa y yo disfrutamos de nuestros hijos y nuestros nietos –que ya son seis− y para mí esto es lo más bonito de la Navidad. No nos olvidemos de nuestros mayores, que mucho nos pueden aportar.
En el plano espiritual, la lección no puede ser más clara: la presencia entre nosotros de Cristo puede dar –en palabras del profeta− la gloria por cenizas, un manto de alegría en lugar de aflicción. No existe mayor gloria, ni puede dar más alegría nada en el mundo que Cristo en el corazón.
Stuart Park, Valladolid
Entrevista RNE
S. Stuart Park nació en 1946 en Preston, Inglaterra. Cursó estudios de Filología Románica en la Universidad de Cambridge y se doctoró en Literatura Española por la Temple University de Philadelphia, EE.UU. En 1976 fijó su residencia en Valladolid donde dirige un centro de Idiomas. S. Stuart Park es editor de Camino Viejo y autor de libros como «El cordón de grana», «Cartas a mis nietos» o «Desde el torbellino». Conoce todos los libros de Stuart Park aquí: www.publicacionesandamio.com/products-page/s-stuart-park/
(Foto: Héctor Rivas)