“Por tanto, todo lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también tengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Tim. 2:10).
Pablo está hablando de sus sufrimientos a causa del evangelio: “en el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor” (v. 9), y dice que sufre para que otros puedan obtener la salvación. Esta es su motivación. Está dispuesto a sufrir torturas y presiones para que otros sean salvos. Predica, le arrestan, le suelten, y sigue predicando. Normalmente pensamos que está sufriendo por amor al Señor, para cumplir fielmente su ministerio, lo cual es cierto; pero más allá de esto está pensando en los que todavía no han oído y serán salvos por medio de su ministerio. Cuando está delante de una multitud, no sabe quiénes son los escogidos, pero cree que los hay, y que vale la pena predicar y sufrir por los que van a responder y ser salvos.
Esta es una forma muy hermosa de enfocar el ministerio. En lugar de pensar: “Voy a predicar, porque es necesario”, piensa: “Predico por amor a los escogidos”. Cuando nosotros salimos a evangelizar, lo podemos hacer con la misma motivación. Salimos a la calle, hablamos con la gente, algunos son indiferentes, otros responden mal, pero lo soportamos porque creemos que entre ellos se encuentran los escogidos.
También podemos sufrir por amor a los escogidos que tenemos en casa. Cuántas mujeres tienen que convivir con maridos en situaciones difíciles, soportando con paciencia muchas cosas para que sus maridos puedan ver su ejemplo y ser salvos.“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3:1). Pablo predicaba y sufría por amor a los escogidos. La mujer predica con su conducta, y también sufre, por amor a los escogidos de su casa, porque cree que su marido y sus hijos son santificados, apartados para Dios, por amor a ella: “El marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Cor. 7:14).
Este sufrimiento tiene una buena finalidad, para que otros, aquellos a los que desconozco y los que conozco, puedan llegar a conocer al Señor. Que él nos ayude a sufrir por a amor a estos escogidos, con ilusión, porque vale la pena, para que ellostambién tengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna.