¿Quién no quiere ser feliz? Las librerías están llenas de libros de autoayuda y claves para alcanzar el éxito. Sin embargo, la insatisfacción no hace más que crecer en este mundo. Incluso los medios de comunicación nos bombardean con publicidad cuyo único fin parece ser tenernos permanentemente insatisfechos. La falta de contentamiento está en la raíz de todos nuestros males, en el Edén, y en la actualidad.
Me resulta difícil pensar en un tema que sea más urgente e importante que este. ¿Crees que exagero? No es otra cosa que ir a la raíz del evangelio. Si vamos a la raíz de un asunto, resolveremos decenas de cuestiones más que ni éramos conscientes de que estaban relacionadas. Es ahondando en la comprensión de la base del bendito mensaje que está la clave a muchos de nuestros problemas actuales. ¿A dónde dirigiremos la mirada?
En su libro En busca del contentamiento, el pastor Erik Raymond nos invita a recuperar el arte perdido del contentamiento. Para ello, lo primero que hace es definir bien en qué consiste, y nos lleva a su fuente: Dios mismo. Una vez aclarados los conceptos, ofrece consejos prácticos basados en la Palabra y autores cristianos de otras épocas que nos serán de gran ayuda en nuestro caminar diario. Este libro es un puente entre la antigua sabiduría y nuestra sociedad moderna. Nos trae aromas de viejas (que no caducas) verdades actualizadas en su lenguaje y explicación de modo que sea fresco y de asimilación agradable para el lector moderno.
Por eso resulta tan fácil de leer y al mismo tiempo profundo.
Para mí, un buen libro cristiano es a la vez doctrinal y práctico: te hace ver las Buenas Noticias con nuevos ojos, te dolerá al ponerte frente a un espejo, te retará a cambiar, te mostrará realidades e indicaciones que beberás como un sediento bebe agua en el desierto, te reconfortará mostrándote al Señor tan maravilloso que tenemos, sintiendo su abrazo como un bálsamo. Personalmente, confieso que los recordatorios sobre mi corazón y la medicina a aplicar me escuecen a la par que me hacen bien. No puedo dejar de leer pensando “necesito recordar esto una y otra vez”. Pero las partes que más disfruto son las que se sumergen en los atributos de Dios. Es mirándole a él que somos transformados (2 Co 3:18). Al mismo tiempo, las recomendaciones para la vida son utilísimas, y cuando uno piensa que ya ha terminado el banquete, la conclusión nos ofrece pautas para “calibrar” nuestro corazón en base a lo aprendido.
Al final de cada capítulo hay unas preguntas para la reflexión y el debate, que sirven tanto como repaso personal como para estudio en grupo. Quienes gusten de leer clásicos, disfrutarán saboreando dos sobre el tema que referencia el autor: El contentamiento cristiano… Una joya rara, de Jeremiah Burroughs; y El arte del contentamiento divino, de Thomas Watson. Pero no son las únicas fuentes de las que bebe. Hasta las notas y bibliografía de cada capítulo merecen no ser pasadas por alto. Pienso leer este libro más de una vez, y recomiendo hacer lo mismo.