Dones y frutos para servir a Dios

Margarita Burt

“La clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad, y control propio” (Gal 5:22, 23; NTV).

¿Qué necesitamos para poder servir a Dios? Normalmente la primera respuesta que viene a nuestra mente es: “los dones del Espíritu”. Esta respuesta es correcta, pero solo es parcial, porque sin los frutos del Espíritu, los dones son inservibles. Los frutos en nosotros se convierten en carácter cristiano. Con ellos, la persona es transformada. Llega a ser una persona compasiva, misericordiosa, pacifica, paciente, correcta, cortés, bondadosa, fiel, humilde y controlada. Sin ellos, su carácter estorba tanto que impide el uso de sus dones. No vas a invitar a una mujer con malos modales para compartir la Palabra en un desayuno para mujeres, pues, ofendería. Un buen músico que se enfada pronto es despedido del grupo de alabanza. Una mujer irritable no puede ser el presidente del grupo de mujeres por muy organizada que sea. Un pastor que no ama a la gente, no es reelegido. Una persona depresiva que visita enfermos ¡no ayuda a su mejoría! Una mujer sin paciencia, aunque haya hecho la carrera de magisterio, no puede ser profesora en la escuela dominical. Un evangelista que no controla sus pasiones estropea su ministerio. Una mujer irresponsable no puede ser la secretaria de la iglesia, aunque sea ingeniera de informática. Un siervo de Dios orgulloso se descalifica a sí mismo. No vayas a servir como médico o enfermera si no eres compasivo.

No vale la pena ir a la escuela bíblica con miras a servir a Dios en el futuro, si no dejas que el Espíritu Santo corrige lo malo de tu carácter. Dios nos ama tal como somos, esto sí, pero esto no es ninguna excusa para ir ofendiendo a otros. Nos ama tanto que nos ha dado el Espíritu de Cristo para cambiarnos. Un joven que matriculó en una escuela bíblica para estudiar para ser pastor había dejado la novia embarazada en su país de origen. Tuvo que abandonar sus estudios y asumir sus responsabilidades. Le faltó el fruto de control propio.

Él Espíritu Santo en nosotros es:

1.     Amante de la gente, cariñoso, misericordioso, compasivo.

2.     Gozoso, alegre; no es quejica, negativo, protestón, triste.

3.     Pacifico. No es de armas tomar, siempre discutiendo, conflictivo, contencioso, incordiando, causando problemas.

4.     Paciente. No es irritable, crítico, descalificando y rechazando.

5.     Benigno, inofensivo. No va haciendo daño a la gente; impresentable.

6.     Buena persona, generosa, constructiva, siempre dando a otros, dador alegre, siempre pensando en el bien de los demás.

7.     Fiel. Mantiene sus compromisos. Es fiel a su palabra, sus obligaciones, sus amistades, su iglesia, su familia, y a su Dios.

8.     Humilde. No es orgulloso, de armas tomar, siempre tiene razón, no le puedes enseñar nada, todo lo sabe, mandón.

9.     Se controla. No pierde las estribas, no tiene un pronto, se guarda de tentaciones de comer, del sexo, de malgastar el tiempo, el dinero, etc.

Con este fruto en nosotros estamos en condiciones de dar toda clase de fruto en la obra de Dios, para llevar mucho fruto, y fruto que permanece para vida eterna.

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