“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lu. 11:13).
Es imprescindible la obra del Espíritu Santo en nuestras iglesias si van a ser luz en este mundo oscuro. La fuerza del impacto que hacen en el mundo de fuera está en proporción directa a la calidad de vida que tienen dentro. Es el Espíritu Santo quien lleva a cabo las operaciones que vamos a nombrar a continuación. Hemos de orar pidiendo que el Señor nos dé más del Espíritu Santo. Sí, hemos recibido el Espíritu, pero necesitamos mucho más de Él, pues todo lo que necesitamos para que nuestra iglesia funcione viene de Él, con Él y por medio de Él. Aquí tenemos la promesa del Señor que, si se lo pedimos, Él nos lo concederá.
Siete obras del Espíritu Santo que necesitamos:
- Convicción del pecado. Necesitamos ver conversiones de impacto producidas por una profunda convicción de pecado, contrición, desesperación delante de Dios, acompañadas de clamor y ruego que Dios tenga misericordia, o perecen. Por el poder del Espíritu Santo el pecador es sacudido a agonía por su maldad, le es revelado el mérito de la Sangre, recibe fe para creer, es regenerado y elevado hasta el éxtasis cuando es llenado del mismo Espíritu.
- ¡Vida! Necesitamos que el Espíritu dé vida real y poderosa a toda la congregación. Una iglesia viva lleva a cabo una obra viva.
- Iluminación, y revelación en el conocimiento de Dios. Él nos conduce a toda la verdad. Necesitamos la mente del Espíritu. Él nos enseña la Palabra para que nos llegue llena de poder para transformar nuestras vidas.
- Santidad. Él Espíritu Santo es el Espíritu de santidad. Sin santidad no se producen verdaderas conversiones, ni una verdadera edificación del creyente. El predicador ungido predicando a gente piadosa resulta en un amor renovado y una santidad de vida, y el que no cree es convencido de la verdad del evangelio al ver la transformación de un pecador en santo. Los grandes cambios en vidas transformadas se llevan a cabo por el poder del Espíritu Santo.
- Oración. El Espíritu Santo inspira la oración, nos enseña qué hemos de pedir y cómo pedirlo. La fuerza de una iglesia es su poder en la oración.
- Comunión. El Espíritu Santo es el dador de la comunión con las cosas espirituales. Nuestra unión y comunión con Dios vienen del Espíritu Santo. Da comunión entre los demás creyentes, pues el amor fraternal procede de Él.
- Consolación. Sin la consolación del Espíritu Santo estaríamos tan abatidos que nos hundiríamos. No podemos vivir sin su consuelo. El creyente triste es débil e ineficaz; su fuerza es el gozo del Señor, y este gozo viene del Espíritu de Dios.
Toda la obra de la iglesia depende del Espíritu Santo moviéndose con poder entre nosotros.
(Basado en mis apuntes de un sermón de Charles Spurgeon).