«Una reflexión sobre los retos que plantea la IA y cómo prepararse ante ellos»

De un tiempo a esta parte, el desarrollo de la inteligencia artificial (IA), está conduciendo a la idea de una “inteligencia artificial general”, con la cual las máquinas evolucionan más rápidamente que los humanos y parecen convertirse en la especie dominante. El físico Stephen Hawking consideraba que se podría señalar el fin de la raza humana, ya que los ordenadores pueden, en teoría, emular la inteligencia humana… y superarla (pp. 33, 103). En los últimos años, la inmensa recopilación de datos, con el uso creciente de ordenadores, nos ha dejado pendientes de un salto en el que decidir qué hacer con tanta información. La comodidad en la que se ha instalado la sociedad alienta su uso, pero la cuestión es si ya es una amenaza real para sustituir a los individuos a gran escala en las tareas cotidianas.

La palabra “robot” es el término checo que significa “esclavo”; y un robot puesto en manos humanas, en cierto modo, recuerda que el ser humano es dado a la explotación, incluso del propio ser humano, sin valorar las consecuencias. En la actualidad, las tecnologías de la IA conducen a una nueva mirada de la antropología, sobre nuestro concepto de lo que significa ser verdaderamente humano, teniendo en cuenta que las máquinas pueden realizar una labor intelectual de forma equivalente o superior a los humanos. Por otro lado, al igual que ocurre con las mascotas, que en muchos casos sustituyen a los hijos, los seres humanos somos dados a empatizar y podemos acabar queriendo a las máquinas, sintiéndonos moralmente responsables de su bienestar (p. 111).

Otra cuestión fundamental es el denominado capitalismo de la vigilancia: dado el uso y abuso de la información digital, sin tener una legislación adecuada, porque la tecnología siempre va por delante de su regulación y afecta a la privacidad, llegando a ser un motivo de alarma. Por otro lado, este desarrollo tecnológico puede usarse para bien, pero también para mal, y no hay que olvidar que las guerras se suceden, y las tecnologías que provocan muertes también sorprenden al ser humano que se siente indefenso, no solo en el ámbito laboral.

Es cierto que hay aspectos en el que nos hemos lanzado sin pensar en brazos de aplicaciones médicas para móviles en la denominada “telemedicina”, tras el uso previo de internet que ha servido para animarnos a ello y que tiene aspectos buenos como la rapidez en ciertas gestiones. Sin embargo, en la pandemia del coronavirus “han quedado de manifiesto las deficiencias y las vulnerabilidades de las grandes instituciones asistenciales, y muchos predicen una aceleración de la tendencia de cuidar a las personas ancianas delicadas en sus propias casas, usando toda una gama de sofisticadas tecnologías de monitorización y de asistencia” (p. 253).

Esta obra se divide en tres partes: en la primera se desarrolla un análisis cultural e histórico sobre lo que está pasando, en la segunda se dan marcos y respuestas teológicos, y en la tercera se tocan cuestiones éticas y sociales desde una cosmovisión cristiana a la luz de la Palabra de Dios.

Estamos ante una reflexión sobre los retos que plantea la IA y cómo prepararse ante ellos.

David Vergara, reseña publicada originalmente en Edificación cristiana.


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Foto de Morgan Housel en Unsplash

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