Un libro así era necesario, muy necesario. Sin duda los cristianos estamos escandalizados por el adoctrinamiento sobre la ideología de género que está teniendo lugar en nuestra sociedad a un nivel que ya podemos calificar como planetario. Es normal que nos inquietemos. Especialmente estamos muy preocupados sobre lo que se está metiendo en las cabezas de nuestros niños y adolescentes y la repercusión que ello pueda tener en sus vidas. Parece normal que nuestra tendencia sea la del rechazo, la de la autoprotección, o la de la ignorancia activa porque entendamos que todo eso no va con nosotros y que en definitiva corresponde a los tiempos de impiedad en que vivimos.
Pero nuestra realidad no puede terminar ahí. Cristo ama también a los que sufren una disforia de género, o sea, una situación de incomodidad o angustia que sienten aquellos cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer, o de las características físicas relacionadas con el sexo. Una disforia que también en multitud de casos, aunque no siempre, ha podido ser inducida por las ideologías engañosas que parece que de forma intencionada tratan de colonizar las mentes especialmente de los más jóvenes.
Nadie puede poner en duda la ética que Jesús enseñaba y vivía; solo hay que leer el Sermón del Monte para corroborarlo. Pero Jesús a la vez ama a los pecadores, incorpora como discípulos a personas que quizás en su sano juicio ningún rabino aceptaría, es amigo de publicanos y pecadores e incluso se sienta a la mesa con ellos. Y he aquí el desafío que tenemos por delante.
¿No tenemos casos en nuestras iglesias de personas que sufran por no identificarse con el sexo con el que nacieron, o que hayan ya consumado una transición al sexo opuesto? ¿Todavía no? Pues tranquilos, ya llegarán. O quizás no lleguen nunca por temor al rechazo que creen que experimentarán al no ser aceptados.
Es por esto que la obra de Preston Sprinkle, presidente del Centro para la Fe, Sexualidad y Género, es una buena herramienta que puede ayudarnos mucho a nivel pastoral. No es la obra de un teólogo liberal, ni mucho menos. Deja muy claro cuál es el pensamiento de Dios al crear al ser humano como hombre y mujer, y en este sentido no hace concesiones, pero a la vez nos da herramientas para que entendamos lo que ignoramos, cómo ha ido evolucionando el concepto de “género”, que si bien en principio era un sinónimo de sexo, a partir del final de la década de los 60 se esté hablando de multitud de identidades de género. Y nos da herramientas pastorales para tratar a las personas “trans”, sean cuales sean las características específicas de haber hecho su transición, presentándonos casos de hermanos y hermanas en esa situación, algunos de los cuales son verdaderas joyas como creyentes.
Llama la atención el capítulo que el autor dedica a la disforia de género de inicio rápido (DGIR), relacionada especialmente con el aumento de casos de adolescentes que, de manera repentina, se plantean una nueva identidad de género. Comenta el autor, como ejemplo, que el Centro Travistrock de Londres en 2009 trató a 51 niños y adolescentes con disforia. Pero en 2016 fueron 1766 los niños atendidos y en 2019 el número ascendió a 2.364. ¡Un 500 % de aumento en diez años! ¿Nos dice algo esto? Parece que, según una investigación, las causas apuntan tanto a la influencia de las redes sociales, al protagonismo y popularidad de los chavales al identificarse como “trans”, a un fenómeno de imitación e incluso a veces a problemas mentales anteriores a su nueva identificación.
En definitiva, un libro que nos ayuda a entender la realidad en la que nos movemos, factor imprescindible para poder ponernos en el lugar de los que sufren atrapados en lo que parece ser una nueva pandemia. Como dice el editor: “Es fundamental abordarlo –el tema de la identidad de género– y hacerlo tanto con compasión como con conocimiento bíblico”.
Alberto Arjona, reseña publicada originalmente en Edificación cristiana.

