«Un gran libro, un regalo de Dios para nuestros días»

Con motivo de las IV Jornadas de Bioética, donde se prestaba atención a los debates bioéticos actuales con temas relacionados con el principio y el final de la vida, y también con las decisiones a veces difíciles que tomar en nuestra vida, hubo varias ponencias que ahora se publican en este formato de libro.

John Wyatt es un conocido profesor de Pediatría neonatal en el University College de Londres y autor de libros como Asuntos de vida y muerte o Morir bien, también publicados por Andamio Editorial. Este médico habla de su experiencia de asistencia a bebés recién nacidos en situaciones críticas de incluso 22 a 23 semanas y con un peso de 500 g o menos, con la única posibilidad de sobrevivir gracias a sofisticada y cara tecnología médica y que, en muchos casos, no impedirá discapacidad posteriormente. Por otro lado, en la planta inferior del mismo centro de trabajo está la unidad de medicina fetal con instalaciones muy modernas, donde se realizan abortos al detectar anomalías genéticas con bebés de 24 a 34 semanas o más. Wyatt fue un buen amigo de John Stott, quien influyó mucho en su pensamiento, y nos dice que una de cada 3-4 mujeres tendrá un aborto y una de cada 7 parejas necesitará ayuda tecnológica por causa de infertilidad. Por otro lado, muchos de nosotros tenemos enfermedades genéticas que se transmiten de generación en generación, que pueden dar lugar a una muerte larga y dolorosa, y cada vez más sociedades ofrecen el suicidio como alternativa. Es decir, todos compartimos “la maravillosa y terrible vulnerabilidad de ser humanos” (p. 18).

Wyatt parte de cuatro temas que pertenecen al pensamiento actual:

  1. Yo defino el sentido y la dirección de mi propia vida. (La autonomía y el yo).
  2. Yo defino qué significa “bien” y “mal”, “bueno” y “malo”. (Relativismo moral).
  3. El sufrimiento, las dificultades y las luchas carecen de sentido y deshumanizan. (El deseo de una vida sin fricciones).
  4. Sean cuales sean los problemas, la tecnología los puede resolver y construir un mundo mejor. (Tecno-optimismo).

A partir de aquí encontramos tres ponencias donde estos axiomas se recuerdan una y otra vez porque está muy enraizados como un pensamiento común. En cuanto a esto, la realidad es que las vidas de otras personas pueden depender de nosotros en un momento determinado sin que sea algo terrible, degradante o inhumano. El propio Jesús en su forma humana dependió en ocasiones de otros desde su nacimiento o pidió ayuda, cómo vemos en Getsemaní antes de morir. Es decir, el sufrimiento que pueden conllevar nuestras circunstancias significa que Dios no quiso abolir el sufrimiento, sino redimirlo, o extraer bendición y una sanación extraña e inesperada del sufrimiento y del dolor (p. 27). Tras hablar en la primera jornada sobre el principio y el final de la vida, también se aborda el cuidado de la Creación y el futuro de la Bioética asociado a la tecnología, que no solo pretende ayudar a restaurar las cosas sino, a veces, crear algo nuevo controlando a los seres humanos si se utiliza mal.

Todas estas interrogantes se dan a conocer de forma entrelazada de una manera magistral, muy necesaria en nuestros días.

Antes del quinto capítulo con las conclusiones de estas jornadas, José Moreno Berrocal, pastor de la iglesia evangélica de Alcázar de San Juan, que estudió Derecho, Inglés y Teología, desarrolla una ponencia sobre la dignidad humana desde las bases bíblicas y también desentrañando el fundamento de la concepción histórica en el mundo occidental.

La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, consagra la dignidad humana, no solo como derecho fundamental, sino como la base misma de los derechos fundamentales. Esto se debe a la creencia en muchos casos de que no todos los seres humanos gozan de la misma dignidad y esto, al creer que hay seres extraordinarios de primera categoría que tienen en cierto modo el derecho de subyugar a los demás. José Moreno recuerda que esta Declaración descansa primordialmente en dos sucesos históricos: la Reforma, con su llamamiento a la autoridad absoluta de la conciencia individual y, en segundo lugar, la rebelión del capitalismo incipiente, con su insistencia en la libertad de iniciativa individual, contra la sujeción de la Iglesia y el Estado (pp. 60-61). Por tanto, los cristianos evangélicos hemos contribuido de forma destacada a la construcción de esta distintiva identidad occidental y hemos de defender la dignidad de la persona humana. Sobre todo, como cristianos hemos de explicar que desde la creación del hombre conforme a la imagen y semejanza de Dios, la dignidad humana es indiscutible, tanto para el hombre como para la mujer. Así entendemos también que la dignidad humana no descansa en nuestras acciones, sino que depende de Dios.

Después, José nos enseñará cómo la dignidad está vinculada a la identidad al tener nombre y, siendo personas, es posible una relación personal con Dios como ocurre íntimamente entre las personas de la Trinidad, y así podemos dar gloria a Dios. Nuestra vida puede glorificar a Dios, incluso con debilidad, porque esta no nos convierte en menos dignos.

En resumen, un gran libro, un regalo de Dios para nuestros días.

David Vergara, reseña publicada originalmente en Edificación cristiana.


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